viernes, 12 de abril de 2013

ASESOR - CONSULTOR: papel del experto

Tanto en lo que se refiere a la investigación cualitativa como al perfeccionamiento del profesorado, esta actuación requiere personas capacitadas para orientar y asesorar los distintos grupos o equipos de trabajo, expertos que sepan abrir caminos, despejar incógnitas, estimular al grupo y buscar conjuntamente, con él la mejor solución de cada problema.

   En la investigación cualitativa aparece desde el primer momento la figura del «experto», «facilitador», «crítico-amigo», «guía». Ha recibido nombres diversos; todos ellos tienden a destacar que se trata de una persona cercana que acompaña al grupo en el proceso y desarrollo de la investigación. 
    Una persona cualificada que tendría la misión de asesorar, ayudar y cooperar con los prácticos. Es clave para el éxito de la tarea que la persona que asesore sea experto en cuestiones de tipo metodológico y didáctico, conozca diversas vías para generar innovación educativa y proporcione al grupo las herramientas necesarias para la recogida, análisis, tratamiento e interpretación de los datos. 
    Es frecuente que el grupo exija la presencia prolongada del experto, como procedimiento metodológico más adecuado para captar e interpretar el flujo de los significados e interacciones que se generan, intercambiar y negociar en la vida fluida del grupo. El investigador se concibe como un recurso más que se utiliza a sí mismo con sus capacidades de análisis, crítica y empatía como instrumento al servicio de la investigación. 
    La figura del experto en el proceso y desarrollo de la investigación cualitativa juega un papel relevante. El grupo necesita contar con una persona más preparada que el resto de sus miembros en el campo concreto objeto de estudio, así como en técnicas y métodos de investigación, con el fin de que éste vaya abriendo caminos, oteando horizontes, iluminando procesos. De otra forma es muy difícil que el grupo avance y se lleve a cabo una investigación en la acción con un mínimo rigor científico. 
    El asesor juega un papel esencial en la formación y el perfeccionamiento del profesorado. Debe ser capaz de vincular la teoría y la práctica que vive el grupo a fin de contribuir a la resolución sistemática de los problemas. 
    El Plan de Formación del Profesorado (1989:112) reconoce la figura del experto o asesor al decir que: «Adquiere sentido la aparición de la figura del Asesor en Formación Permanente que trata de recoger distintas tradiciones europeas, sintetizando las funciones de la organización y gestión de formación con las exigibles a un "experto" en la didáctica de un área o materia, capaz de transmitir experiencia a otros sobre su práctica docente. Dicho profesor o profesora tendrá que capacitarse para esta nueva función mediante una formación específica, que será también planificada y asumida por la Administración». 
     Esta figura del asesor, que puede desempeñar en el futuro un papel importante en el perfeccionamiento del profesorado, no está exenta de riesgos que también conviene contemplar: 
— El grupo puede generar actitudes de dependencia hacia..., y no intentar afrontar los problemas por sí mismo. 
— Por el contrario, se pueden crear actitudes de rechazo hacia cualquier asesoría o colaboración, sobre todo si el «experto» no lo es en esa temática concreta. 
— La inmersión total en los problemas puede impedir al experto verlos con claridad. 
— Es necesario que el experto conozca los problemas reales en todas sus dimensiones; ahora bien, debe seleccionar prioritariamente un aspecto y estudiarlo en profundidad. De lo contrario correría el riesgo de la superficialidad. 

¿Quién lleva a cabo la investigación: el experto o el práctico? 
    De lo indicado anteriormente puede deducirse que la figura del experto desempeña un papel relevante en el proceso de la investigación-acción, si queremos que ésta reúna unos requisitos mínimos de calidad. Pero no puede olvidarse que la investigación la van a realizar los prácticos que día a día se enfrentan a la resolución de problemas. 
   Creemos conveniente subrayar que es muy importante fomentar vina postura de complementariedad entre el experto y los prácticos con el fin de intentar buscar, en colaboración, solución a los problemas. El asesor debe reunir una serie de cualidades no sólo científicas, con ser muy importantes, sino también humanas; es esencial que posea gran capacidad de comunicación, de sintonía y, sobre todo, crear grupo, pues sólo a través del trabajo colaborativo se puede obtener éxito en la tarea. 
   Es necesario propiciar cada vez más la relación estrecha entre los asesores y los prácticos; esta relación no es automática, requiere un periodo de contacto, se trata de un proceso de formación e integración por ambas partes, lo que propicia la educación permanente. 
   Sin embargo no puede descuidarse la formación del profesorado y dejarla a la deriva por un mal entendido concepto de funcionamiento grupal o quizá de democracia, al considerar que cualquier miembro del grupo puede ser el director de un proyecto de investigación. Conviene tener en cuenta que si hablamos de tal proyecto de investigación, éste debe dirigirlo una persona preparada y más experta que el resto del grupo en la temática objeto de estudio. 
    El facilitador o el experto, como su nombre indica, trabaja normalmente en ámbitos comunitarios, bien sea en el campo social o educativo, por lo que suele llevar a cabo una investigación participativa. La comunidad o el grupo de profesores se involucran en el proceso y se aprovecha no solamente de los resultados, sino también del proceso, pues la participación en él puede considerarse como un elemento clave para el perfeccionamiento permanente a través de la acción. Así los miembros del grupo podrán ser capaces por sí mismos de identificar y relacionar los problemas, y de buscar las soluciones que se consideren más adecuadas. 
    Una de las principales misiones del experto consistirá, pues, en implicar a todo el grupo en el proyecto desde el principio hasta el final, de modo que los resultados que se obtengan al término de la investigación comprometan más directamente a todos los implicados en la misma. 
   Este proceso de realización de la investigación participativa es más lento, pues el experto debe seguir el ritmo del grupo y respetarlo, pero a la larga es mucho más eficaz. No se trata de lograr progresos aislados en determinadas personas, sino de crear y fortalecer la organización de esa comunidad, o bien de ese grupo de profesores que, en definitiva, serán los que logren sacar adelante los programas y asumir los cambios. 
   La principal tarea del experto para llevar a cabo este tipo de investigación consiste en propiciar ese carácter participativo, sin el que la investigación de la realidad socioeducativa carecería de sentido. Ahora bien, aunque es preciso reconocer que el proceso de investigación cualitativa exige la presencia de un animador, de un experto, de un crítico amigo que oriente el proceso, también es cierto que «el experto» es más necesario al principio, mientras el grupo comienza a dar sus primeros pasos; posteriormente tiene que saber desaparecer en el momento oportuno, concediendo el protagonismo al grupo no para abandonar responsabilidades, sino para transferirlas. Este es el medio más eficaz para lograr una participación efectiva. Según ANDER-EGC (1989: 75), «participar no es sólo consultar a la gente, delegar responsabilidades o que los beneficiarios del programa puedan sugerir actividades y criticar lo que se hace. Participar tiene un sentido más amplio; equivale a intervenir directamente en el proceso de toma de decisiones dentro de las propias organizaciones, lo que conduce, a su vez, a abrir espacios de participación y nuevos canales de expresión de los mismos sectores populares».

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