Tanto en lo que se refiere a la investigación cualitativa
como al perfeccionamiento del profesorado, esta actuación requiere
personas capacitadas para orientar y asesorar los distintos grupos o
equipos de trabajo, expertos que sepan abrir caminos, despejar
incógnitas, estimular al grupo y buscar conjuntamente, con él la mejor
solución de cada problema.
En la investigación cualitativa
aparece desde el primer momento la figura del «experto», «facilitador»,
«crítico-amigo», «guía». Ha recibido nombres diversos; todos ellos
tienden a destacar que se trata de una persona cercana que acompaña al
grupo en el proceso y desarrollo de la investigación.
Una persona cualificada que tendría la misión de asesorar, ayudar y
cooperar con los prácticos. Es clave para el éxito de la tarea que la
persona que asesore sea experto en cuestiones de tipo metodológico y
didáctico, conozca diversas vías para generar innovación educativa y
proporcione al grupo las herramientas necesarias para la recogida,
análisis, tratamiento e interpretación de los datos.
Es frecuente que el grupo exija la presencia prolongada del experto,
como procedimiento metodológico más adecuado para captar e interpretar
el flujo de los significados e interacciones que se generan,
intercambiar y negociar en la vida fluida del grupo. El investigador se
concibe como un recurso más que se utiliza a sí mismo con sus
capacidades de análisis, crítica y empatía como instrumento al servicio
de la investigación.
La figura del experto en el proceso y desarrollo de la investigación cualitativa
juega un papel relevante. El grupo necesita contar con una persona más
preparada que el resto de sus miembros en el campo concreto objeto de
estudio, así como en técnicas y métodos de investigación, con el fin de
que éste vaya abriendo caminos, oteando horizontes, iluminando procesos.
De otra forma es muy difícil que el grupo avance y se lleve a cabo una
investigación en la acción con un mínimo rigor científico.
El asesor juega un papel esencial en la formación y el
perfeccionamiento del profesorado. Debe ser capaz de vincular la teoría y
la práctica que vive el grupo a fin de contribuir a la resolución
sistemática de los problemas.
El
Plan de Formación del Profesorado (1989:112) reconoce la figura del
experto o asesor al decir que: «Adquiere sentido la aparición de la
figura del Asesor en Formación Permanente que trata de recoger distintas
tradiciones europeas, sintetizando las funciones de la organización y
gestión de formación con las exigibles a un "experto" en la didáctica de
un área o materia, capaz de transmitir experiencia a otros sobre su
práctica docente. Dicho profesor o profesora tendrá que capacitarse para
esta nueva función mediante una formación específica, que será también
planificada y asumida por la Administración».
Esta figura del asesor, que puede desempeñar en el futuro un papel
importante en el perfeccionamiento del profesorado, no está exenta de
riesgos que también conviene contemplar:
— El grupo puede generar actitudes de dependencia hacia..., y no intentar afrontar los problemas por sí mismo.
—
Por el contrario, se pueden crear actitudes de rechazo hacia cualquier
asesoría o colaboración, sobre todo si el «experto» no lo es en esa
temática concreta.
— La inmersión total en los problemas puede impedir al experto verlos con claridad.
—
Es necesario que el experto conozca los problemas reales en todas sus
dimensiones; ahora bien, debe seleccionar prioritariamente un aspecto y
estudiarlo en profundidad. De lo contrario correría el riesgo de la
superficialidad.
¿Quién lleva a cabo la investigación: el experto o el práctico?
De lo indicado anteriormente puede deducirse que la figura del experto
desempeña un papel relevante en el proceso de la investigación-acción,
si queremos que ésta reúna unos requisitos mínimos de calidad. Pero no
puede olvidarse que la investigación la van a realizar los prácticos que
día a día se enfrentan a la resolución de problemas.
Creemos conveniente subrayar que es muy importante fomentar vina
postura de complementariedad entre el experto y los prácticos con el fin
de intentar buscar, en colaboración, solución a los problemas. El
asesor debe reunir una serie de cualidades no sólo científicas, con ser
muy importantes, sino también humanas; es esencial que posea gran
capacidad de comunicación, de sintonía y, sobre todo, crear grupo, pues
sólo a través del trabajo colaborativo se puede obtener éxito en la
tarea.
Es necesario propiciar
cada vez más la relación estrecha entre los asesores y los prácticos;
esta relación no es automática, requiere un periodo de contacto, se
trata de un proceso de formación e integración por ambas partes, lo que
propicia la educación permanente.
Sin embargo no puede descuidarse la formación del profesorado y dejarla
a la deriva por un mal entendido concepto de funcionamiento grupal o
quizá de democracia, al considerar que cualquier miembro del grupo puede
ser el director de un proyecto de investigación. Conviene tener en
cuenta que si hablamos de tal proyecto de investigación, éste debe
dirigirlo una persona preparada y más experta que el resto del grupo en
la temática objeto de estudio.
El facilitador o el experto, como su nombre indica, trabaja normalmente
en ámbitos comunitarios, bien sea en el campo social o educativo, por lo
que suele llevar a cabo una investigación participativa. La comunidad o
el grupo de profesores se involucran en el proceso y se aprovecha no
solamente de los resultados, sino también del proceso, pues la
participación en él puede considerarse como un elemento clave para el
perfeccionamiento permanente a través de la acción. Así los miembros del
grupo podrán ser capaces por sí mismos de identificar y relacionar los
problemas, y de buscar las soluciones que se consideren más adecuadas.
Una de las principales misiones del experto consistirá, pues, en
implicar a todo el grupo en el proyecto desde el principio hasta el
final, de modo que los resultados que se obtengan al término de la
investigación comprometan más directamente a todos los implicados en la
misma.
Este proceso de
realización de la investigación participativa es más lento, pues el
experto debe seguir el ritmo del grupo y respetarlo, pero a la larga es
mucho más eficaz. No se trata de lograr progresos aislados en
determinadas personas, sino de crear y fortalecer la organización de esa
comunidad, o bien de ese grupo de profesores que, en definitiva, serán
los que logren sacar adelante los programas y asumir los cambios.
La principal tarea del experto para llevar a cabo este tipo de
investigación consiste en propiciar ese carácter participativo, sin el
que la investigación de la realidad socioeducativa carecería de sentido.
Ahora bien, aunque es preciso reconocer que el proceso de investigación cualitativa
exige la presencia de un animador, de un experto, de un crítico amigo
que oriente el proceso, también es cierto que «el experto» es más
necesario al principio, mientras el grupo comienza a dar sus primeros
pasos; posteriormente tiene que saber desaparecer en el momento
oportuno, concediendo el protagonismo al grupo no para abandonar
responsabilidades, sino para transferirlas. Este es el medio más eficaz
para lograr una participación efectiva. Según ANDER-EGC (1989: 75),
«participar no es sólo consultar a la gente, delegar responsabilidades o
que los beneficiarios del programa puedan sugerir actividades y
criticar lo que se hace. Participar tiene un sentido más amplio;
equivale a intervenir directamente en el proceso de toma de decisiones
dentro de las propias organizaciones, lo que conduce, a su vez, a abrir
espacios de participación y nuevos canales de expresión de los mismos
sectores populares».
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